Isaías estaba loco por una bella mujer. Sus andanzas por el parque, donde los rayos del sol reflejados por una ventana en lo alto de la torre de una iglesia, golpeaban suavemente la tez del suelo, dándole un extraño brillo al lugar que hacía resaltar el tono dorado de Silvina, esa hermosa y esbelta mujer de 19 años. Era para nada una mala situación para Isaías, quien enamorado, estaba escondido detrás de un árbol a punto de florecer. Silvina, una monja, cuyos dotes no se escondían; era elogiada por todo el mundo, hasta tal punto de sentir lastima de que tal belleza estuviera en celibato y a temprana edad. Nada mas lejos de la pasión, nada mas cerca de la lujuria y la tentación. Silvina se preguntaba si era su verdadera vocación. Ella, sentía un fuerte sentimiento en su interior, y cada vez se hacía mas fuerte. Un día, ella vio a Isaías mirarla con cierto deseo, Silvina no pudo evitar sentirse cada vez mas extraña, en su interior algo se movía con mucho desespero. Sudaba de emoción nada mas recordar la manera tan directa en que el la miraba. Isaías tuvo el coraje, y se acercó a Silvina y le habló.
Por algún extraño motivo, ella comenzó a hablarle de un sueño que tuvo; sintió esa necesidad. Contaba que soñaba con gusanos y esa persona. Por regla general, los gusanos simbolizan inconscientemente, la destrucción interna provocada por esa persona quien se le apareció en el sueño. De alguna manera, era básicamente que esa persona la estaba destruyendo. Ella soñaba que tenía una vida arreglada con esa persona, pero el sueño de los gusanos le aterrorizaba. Isaías, quien es una persona perspicaz, notó lo increíblemente curiosa que era Silvina por buscarle significado a todo. Se dio cuenta de que ella necesitaba algo real en que creer. Ella, soñaba con Jesús. Pensó en algún momento que el era la persona con la que tenia que estar, pero cada vez soñaba que en sus largas piernas le brotaban blancos y asquerosos animales. Para Isaías, eso simbolizaba claramente que ese no era su camino. Isaías habia estado enamorado mucho tiempo de Silvina, y le robó un beso. En su descaro, no pudo evitarlo. Silvina, sorprendida, le gustó al mismo tiempo que su propia culpabilidad le acusó por infiel. Ella estaba confusa, y lo único que le parecía bien, era la moral de estar con Jesús, pero muy en el fondo, sabía que Isaías era el indicado.
Isaías, es un hombre increíble. Sabe hacer de toda clase de cosas; desde las mas bellas esculturas cinceladas con las mas sofisticadas palabras hasta la mirada mas bella que dibuja con el sonido de su voz. El beso que le robó a Silvina, fue muy simbólico. El sabía claramente que ella iba a sentirse muy culpable y eventualmente lo iba a evitar. El, pensó que ella debía tener ese tiempo. El padre Andrew, sabía que esa chica estaba muy enamorada, solo que no sabía de quien. El padre Andrew, entendía el concepto de estar enamorado de una idea, y en su enfado por darle la razón a la misma razón, sabía que ella estaba en una época en la que debía buscar su naturalidad, su juventud. Entonces, el padre Andrew pensó que ella no debía estar en el convento y le dijo a la Madre superiora Sandra. Ella pensó, que era demasiado tonto hacer tal cosa. Estaba la razón de un hombre, el padre Andrew y estaba la extraña e inaudita irracionalidad de la intuición de la Madre superiora Sandra. Uno de los dos, tenía que acertar. Ambos, colocaron condiciones para que ella pudiera desenvolverse como quisiera: Enamorarse, por culpabilidad y moral irracional, de una ilusión que no le pertenece o quedarse con el hombre, quien a pesar de conocer sus pensamientos, el cual evidentemente no le quiere decir que significa -pues quiere que ella tenga discernir propio, no influencias de otro- y quien quiere tener una vida real.
Silvina, errante en una vida confusa, recibía constante estímulos para escoger una cosa de la otra. Su confusión le hacía hacer cosas visiblemente errantes y culpables... aparentemente. Por un lado, Jesús parecía comprenderla, pero en realidad lo que hacía era algo mucho mas que obvio. Solo utilizaba sus propias palabras y ella pensaba que le hablaba en su idioma, eran nada mas que ideas propias, ilusiones. Isaías por un lado, le quería llevar para todas partes y mostrarle el mundo en su forma pura. El no quería que ella estuviera con él por que la manipulaba o algo así, si no que quería mostrarle el mundo juntos para hacer palabras juntos, historia juntos, y no manipulación evidentemente sexual, que era lo que Jesús prácticamente le estaba haciendo. En realidad, Jesús no hacía nada mas que ser una simple ilusión en la imaginación mas creativa posible, en la mente de Silvina.
Isaías, comprendía con total sigilo todo esto. Sabía cual era el camino que estaba tomando. El, respetaba con mucha dignidad, y quizás la idiotéz mas grande, en dejarla sentir culpable. A ella, a leguas se le avistaba que le contaba todo, pero no era a modo de amor, si no como de consejo, evidente amor de amigos o de hermano, a Jesús, que no hacía si no repetirle las mismas palabras a su mente; ella creía que en verdad le estaba hablando. Isaías, el idiota mas grande, la dejaba ser... Tan solo fue un beso, muy importante para él, pero debía dejar que el caos de Silvina se calmara para que pudieran hablar con claridad. Ha pasado una semana. Isaías, va a la iglesia a ayudar a la madre superiora en algunos asuntos de cocina. Cuando ya habían entrado en confianza, esta le pregunta a Isaías:
-Isaías, no le voy a mentir y seré muy respetuosa con usted. ¿Amas a Silvina por sus evidentes dotes o... es otra cosa?
-Madre Superiora, con su franqueza, permitame responderte. Amo a Silvina como a mi vida propia. Seguramente ella lo ha sentido, quizá un poco extraña por dentro, pero lo ha sentido...
-Entonces, ¿porque no has hecho nada?
-Lo siento, si que he hecho. Pero, su mirada me lo dice todo. Es evidente que tiene una batalla interna. Está comprometida con Jesús. Ella cree que él es su salvación; no lo sé, no conozco mucho de su manera de discernir las cosas, pero de algo si estoy seguro.
-¿De qué?
-Que su elección será la prudente.
En estas, el sale de la cocina, toma su bicicleta garbacha y sale despidiéndose de todos con la increíble amabilidad que le rodea. La madre superiora, anonadada e intrigada, calló. El aletear de las palomas que cerca se encuentra del parque, llegan audibles a los sensibles oídos de Isaías; Escucha algo que no debe.
"Jesús, te amo y quiero comprometerme contigo, pero..." Y ante tal evidente intrusión, Isaías se tapa los oídos pero fue demasiado tarde, sus pensamientos comenzaron a atacarle. Tres horas mas tarde, él se encuentra con Silvina y ella le mira con una cara llena de pena, sus mejillas sonrojadas. Isaías, todavía tenía ese sonido repetitivo de su afirmación con Jesús dicho con su voz en la mente. Con esta idea, el se aleja un poco de ella, pues para respetar su espacio. Pero Silvina, en cambio se acerca un poco mas. Isaías no entiende lo que pasa pero le sigue el juego. Silvina le susurra al oido:
-Isaías... Tu beso... me enamoró de ti, pero quiero asegurarme de que tu estarás para mi siempre....
Isaías, estaba con el corazón acelerado. El débil tono tan dulce que salia de sus gruesos labios, entraban como miel a su paladar; Como chocolate a su corazón; Como café a su alma. Isaías de ser mantequilla, se hubiera derretido en ese preciso instante, pero su orgullo como caballero y duro, mantuvo su compostura. La tenue luz del día, casi el ocaso que toca y raya la oscuridad de la bella y atrapante noche, le tapó su evidente sonrojar. Su temperatura subió, y su respirar cambió. Su voz se puso mas gruesa y su mente se nubló. No tenía mas alternativa mas que callar su caos interior y actuar. Isaías la besó profundamente. Su mano rodeaba la delgada cintura de Silvina, esta acercándola mas al vientre de Isaías, y su otra mano, entre su cara y el cuello, moviendo débil y lentamente su hermoso y liso cabello para sostenerla con una suavidad durante el beso mas apasionado. El cuerpo de Silvina, se relajo, sus brazos atraparon a su hombre; Desde el cuello hacia sus labios. Sus piernas comenzaron a temblar de la emoción, su vientre comenzaba a sentirse mas caliente y su cuerpo comenzó a subir de temperatura. Isaias, lo noto pero no la avergonzó. Estaban muy unidos.
Silvina se enamoró de Isaías, otra vez y cada vez mas fuerte. Ella, no sabía mucho de él, pero se dio a la tarea de conocerlo. El, era un hombre de apariencia pobre y definitivamente no parecía que sus palabras fueran reales. Aunque Jesús tenía grandes victorias evidentes, no eran mas que más de lo mismo y seguía ahí sin cambiar, además de solo ser cosas del pasado, pero Isaías, era el hombre mas sorprendente. Poseía grandes tierras, grandes tesoros pero la que mas valoró, es aquella que le hacía ser como era. Le enseñó mas de lo que Jesús hubiera podido hacer, aunque aprendió algo bueno, se quedó con Isaías.
Isaías, con su extrema sencillez, le daba notitas, detallitos salidos de su corazón y de su ser, pero Jesús, le daba ilusiones evidentes de un fracaso. ¿Cómo saber que Isaías es el indicado y cómo saber si Jesús lo es? Pues mira los detalles.
Un día, cuando el atardecer se convertía en noche, minuto a minuto pasando los colores del arco-iris, la mente de Silvina, comenzó a divagar cuando de pronto comenzó a oír la voz de alguien. Era Jesús. Jesús, le dijo que estaba bien que estuviera con Isaías, el era el buen hombre y debía quedarse con el, pero que estuviera lista para afrontarse a la realidad. Su mente comenzó a jugarle una pasada.
Isaías, contento por su logro con Silvina, comenzó a planear los viajes. Silvina, por alguna extraña razón, pensó también a planear los viajes, pero con Jesús. Isaías lo notó.
No mencionó nada por respeto a su espacio personal. Isaías siempre pensaba en la seguridad de Silvina. El padre Andrew ganó usando la razón, aunque la madre superiora ayudó un poco. Silvina ya tenía 3 meses de haber dejado el convento. Se preguntaba que había pasado. Unos mensajes y unas notas decían:
-Padre Andrew, le doy muchas gracias por haberme acogido en mi tiempo en el convento. Estoy contenta con Isaías, y confío de lleno en él. Salúdame a la Madre superiora, los quiero muchísimo y gracias por haberme dado la oportunidad de seguir mi curso sin juzgarme. En verdad muchas gracias.
La madre superiora soltó una lagrima y dijo:
Era el destino de ella.